Etiquetas embriaguez del pensamiento

Don Hipócrates (no, mi querido lector, no estoy fabulando: tal era, en efecto, su nombre) era un “hombre de carros”, como yo soy un “hombre de letras”. Todo lo sabía, sobre el tema en cuestión.


Generaciones de orientales viven en la inmundicia y la aceptan como tal. Lo que me atormenta no es algo que las sopas populares puedan remediar. Lo que me atormenta no es ese vacío, ni esas jorobas, ni esa fealdad.


La criatura humana se constituye a partir de los incontables epítetos que lo caracterizan. Empecemos a quitarle a un hombre -a cualquier ser viviente o inanimado- uno por uno todos sus adjetivos: ¡nos quedaremos con una voluta de humo en la mano, nuestro ente habrá sido completamente desustanciado!