No tenía idea de qué quería decir sobre Roberto Gómez Bolaños y sus afamados personajes…
Tal vez lo primero es que me maravilla que con solo unos cuantos chistes, repetidos hasta la saciedad, hayan estado por 19 años en producción y lleven 41 años en el aire con una audiencia transgeneracional y enorme éxito.
Leí que Chespirito y sus personajes le han generado a Televisa $1.700 millones en ventas de publicidad y derechos de transmisión, sin contar lo que han generado en otros países y el merchandising informal de sus imágenes y productos. Un negocio redondo.
Me han conmovido las imágenes del Estadio Azteca y de toda Latinoamérica donde la gente le ha volcado un cariño extraordinario a este singular cómico disfrazándose como sus personajes, con grafitis en cualquier superficie y con expresiones de auténtico dolor y admiración.
No ha faltado algún político y sicólogo que nos hayan querido ilustrar sobre “la violencia” del programa, su “sociología,” y los “malos mensajes.” Algo de razón tendrán, pero si la sabiduría de las masas pesa, lo bueno debe exceder por mucho el riesgo y lo poco malo que tenga.
Lo cierto es que la muerte de este hombre ha conmovido a toda la región.
Me encanta ver niños y ancianos –y también grandes profesionales– riendo juntos con las tonteras de estos personajes y ser uno de ellos cuando de vez en cuando me encuentro ante el televisor y aparecen.
… Pero lo cierto es que no quería dejar de comentar algo sobre él y ellos.
Roberto Gómez Bolaños y sus personajes se ganaron nuestros corazones, los de nuestros padres y los de nuestros hijos. Su trabajo es clara muestra de que lo bueno viene de muchas formas y que cuando entra por el corazón y las emociones, cuando toca nuestros valores, es cuando más impacto tiene sobre nuestras preferencias y vidas.
No contaban con mi astucia…